Hola de nuevo, los 101 aún no han terminado para este blog, aquí os dejo un emocionante relato, escrito desde el corazón por nuestro "cientounero" Juan Ma, os dejo con él, sobra comentarlo más, solo decir una palabra, emocionante, los lomitos no solo corren bien también escriben bien cuando se trata de expresar lo que sienten.
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Diez días después de que
finalizáramos la prueba de los 101 Km de Ronda, me gustaría compartir con todos
aquellos que quieran mi experiencia en esa prueba. En primer lugar porque creo
que aquellos que no la han hecho nunca deberían conocer un poco mas de la misma
desde dentro, y espero que sirva de empujón para aquellos que alguna vez se han
planteado correrla. Y en segundo lugar porque creo que es conveniente parar de
vez en cuando para ver dónde estamos y valorar lo que hemos conseguido, en
todos los aspectos de la vida, para así ser capaces de seguir adelante sabiendo
en qué punto se está.
Decidimos quedarnos en la venta
de mis tíos en Benadalid, con la idea de poder descansar mejor que en el
pabellón. Hacia allí nos fuimos Manolo Pareja, Óscar Sáez, Jose Mari Rondón y
yo el viernes. Con la ilusión de cuatro chavales y con la idea de que estábamos
camino de hacer algo grande. Personas normales, con nuestros trabajos de 8
horas, con nuestras familias e hijos, que somos capaces de plantearnos una
prueba así. Me acordé mucho de Antonio Pelayo, fueron muchos días de salidas
juntos y creo que este año iba bien preparado. Una pena lo de la lesión.
El hecho de haber
“organizado” yo el alojamiento me
suponía un poco de intranquilidad, ya que esto era importante para todos y no
quería que nada fallase y que sólo tuviésemos que pensar en la prueba. Mis compañeros
dirán si se consiguió o no, pero en cuanto dejamos las mochilas y nos fuimos a
Ronda ya sólo pensaba en la
carrera. Y es que el ambiente en el polideportivo sí era ya
de prueba grande. Muchos marchadores y ciclistas, todo perfectamente
organizado, la recogida del dorsal en el momento y el dejar las mochilas un
poco más lento pero todo muy cómodo. Miraba al resto de participantes, gente
que a simple vista tienen una planta de superatletas, que traen las medias de
compresión de serie, con su bebida isotónica siempre en la mano. Manolo me dice
que a alguno de esos nos lo encontraríamos al día siguiente tirado en alguna
cuneta. Es cierto, alguno vimos. Lo grande de esto es que en una misma prueba
hay mil carreras distintas, hasta una por participante. La gente super preparada
tiene su reto propio, yo llevaba el mío, disfrutar lo máximo posible.
Por la noche cena de la pasta
para los cuatro en la
Venta. Comentarios sobre la carrera, se nos nota ya el
nerviosismo y las ganas de empezar a correr. Mil ideas, anécdotas, consejos…
Hidratación con zumo de malta (ya habrá tiempo para las isotónicas al día
siguiente), y a dormir. O a tratar de hacerlo, porque los nervios ya se hacen
dueños de la cabeza y no consigo dormir más de 4 horas. La ropa y la mochila
preparada para el día siguiente, comida, crema solar, calcetines de repuesto, …
seguro que falta algo.
Día D. Últimos preparativos, me
protejo los talones con esparadrapo para tratar de evitar ampollas, pruebo unas
medias de compresión que nunca he usado (creo que todo un acierto), mochila
preparada, desayuno y para Ronda. Llegamos con el tiempo justo, el estadio
lleno, en la grada y en el césped. 7000 corredores, veteranos y novatos, pero
creo que todos nerviosos. En ese momento pienso que estas pruebas empiezan
mucho antes del cañonazo de salida, muchos meses atrás. El día de la carrera se
trata de recoger el premio por el que has
luchado, y que siempre será proporcional al esfuerzo realizado. En ese esfuerzo
está la grandeza de estos retos. La meta es sólo el colofón que todos queremos
ponerle a esos meses de entrenamientos.
7000 personas gritando vivas a la
legión, a España ya al rey impresionan. Pienses lo que pienses. Pero eso ya da
igual porque acaba de empezar la
carrera. En el grueso del pelotón todo el mundo feliz, a esto
hemos venido. Delante imagino que empezarán a correr como locos, nosotros
cruzamos Ronda por las principales avenidas, con todo el mundo animando. Los
pueblos se vuelcan con esta prueba, lo comprobaremos durante todo el día, y ese
es otro premio que empezamos a cobrar desde muy pronto.
Nada más cruzar Ronda empezamos
ya a pisar pistas de tierra, encaminándonos ya hacia la zona del circuito Ascari
y Las Navetas. Vamos los cuatro juntos, corriendo a ritmo lento y cómodo y
pasamos los primeros avituallamientos rápidamente. Andamos en las pendientes
hacia arriba y trotamos el resto del tiempo. Llevo mis Adidas para asfalto con
sus más de 1000 kilómetros .
Están bastante gastadas, y aunque se que no son las ideales y le estaba dando
vueltas a si esto me iba a fastidiar los pies, todo se me olvida cuando
adelantamos a una pareja de mexicanos que están haciendo la prueba con
sandalias de las que llevan en la tribu Tarahumara.
Cruzo unas palabras con ellos y les deseo suerte.
El día avanza, el sol empieza a
calentar aunque no demasiado, y vamos recorriendo pistas con mucho polvo. En el
avituallamiento del Km 25 los pies ya van sufriendo un poco, pero el buen
ambiente con todo el mundo hacen que sigamos con mucho ánimo, encaminándonos ya
hacia Arriate. Marisol, la mujer de Manolo, nos espera allí con agua fría y
refrescos que nos vienen muy bien, porque a poco de salir del pueblo empezamos
una de las subidas famosas de la prueba. Mucho calor, la gente no abre la boca, se
nota que ya estamos apurando.
Manolo me habla de que terminada
la subida hay muchos kilómetros en los que podremos correr. El año anterior lo
pasó bastante mal desde el kilómetro 20 y no pudo correr desde ese momento. Conociendo
ya la prueba puedo decir que terminar en aquellas circunstancias es todo un
logro, y este año va mucho mejor. Se le notan las ganas y tira de mí en muchos
momentos. Óscar se ha atrasado un poco en la subida, pero cuando paramos para
“reparar” los pies él y Jose Mari nos adelantan. Nos veremos en Setenil. Óscar
sale de una lesión justo a tiempo para esta prueba. Imagino que no está en su
mejor momento y que puede tener dudas, pero está haciendo una buena carrera y sé
que fuerza mental no le va a faltar.
Salida de Alcalá del Valle en el
kilómetro 50, 9 horas de carrera. Hemos pasado la mitad de la prueba y ya noto
mucho el cansancio. En la cuesta de la salida del pueblo hay un momento en el
que pienso que puedo echar las manos al suelo y gatear, ufff. El consuelo: 10 km de terreno cómodo hasta
Setenil. El problema: los pies ya van bastante cargados. A duras penas puedo
seguir el ritmo de Manolo hasta Setenil, aunque tirando hemos enlazado varios
kilómetros de trote y llegamos a Setenil muy cerca de Óscar y Jose Mari.
Marisol nos espera de nuevo con una cerveza y un bocadillo. Sientan de lujo,
aunque perdemos casi una hora en la recogida y entrega de la mochila con el
frontal para la noche. Es
el único pero de la organización, que creo que es sobresaliente. Moraleja, para
otro año alforjas ligeras.
El parón en Setenil hace que nos
de un bajón a todos. Cuando salimos del pueblo lo hago con la sensación de
haber perdido mucho tiempo, de habernos enfriado, y durante unos kilómetros tengo un pequeño bajón de ánimo. Tenía claro
desde el principio que iba a terminar la prueba, incluso en ese momento, pero
ahí la cabeza se va un poco de donde estas y corres el riesgo de decir … ¿Qué
hago yo aquí?. Afortunadamente voy con Manolo y vamos sumando poco a poco
kilómetros. Trotamos cuando podemos, intercambiamos palabras con los corredores
(ahora mucho más espaciados entre ellos), y la caída del sol hace que sea muy
agradable correr por el campo. Con todo esto recupero el ánimo y la noche nos
alcanza subiendo el puerto antes del cuartel de la legión. Subo bien,
pero en la bajada la rodilla ya va sufriendo bastante y creo que pierdo
bastante tiempo, pero voy bien de ánimo. Ha pasado lo peor?
Llevo el nombre de mi hijo Diego
(2 años y medio) escrito sobre el dorso de la mano izquierda. Cada vez que miro
el reloj ahí está. En los momentos más duros la cabeza tiene que tirar del
resto del cuerpo, y este detalle lo hace más fácil. No sé qué padre podré ser,
pero quiero pensar que algún día podrá estar orgulloso de que su padre, al
menos un día, terminó un ultramaratón.
Llegamos al Cuartel y coincidimos
con Óscar y Jose Mari. La sensación es que
estamos ya encarando el final de la prueba, pero siempre comentando la
experiencia del año anterior, en la que el recorrido a partir de este punto era
menos duro que este año, pero que se les hizo eterno. Tenemos muy claro que no
vamos a parar mucho a cenar, pero los cantos de sirena de una silla hacen que
peque y me siente …. 5 minutos, arroz, pastel de chocolate, yogurt y a seguir.
La cena me ha sentado fenomenal y somos capaces de trotar hasta llegar a la
famosa cuesta de la
ermita. Voy bien en la subida, pero me hago daño en el talón
y durante gran parte de la misma voy sin apoyarlo, aun así no tengo problemas
con los gemelos (medias de compresión, qué gran invento). Jose Mari nos alcanza
y Manolo se adelanta con él. Oscar me alcanza también y compartimos algo de
comida y la bajada hasta Benaoján. Me comenta que ha vomitado en el cuartel y
me alegro de que ya vaya mucho mejor ya.
Son las dos de la madrugada. Llevo
15 horas de carrera y voy corriendo solo por un monte que no conozco, por
caminos muy estrechos y con el miedo de equivocarme en algún cruce y perderme
hasta que amanezca. Escucho el ruido de algunos ríos, adelanto a algunos
marchadores que van ya al límite de sus fuerzas (entre ellos a un señor de unos
70 años al que he adelantado varias veces durante la carrera, impresionante su
esfuerzo, le doy ánimos y le informo de los kilómetros que quedan), pero mi
mundo en ese momento se reduce a un espacio de 3 metros ante mí, lo que
alcanza a iluminar el frontal. El resto es todo oscuridad. No sé por qué, pero
a pesar de todo eso empiezo a disfrutar. El dolor del talón sigue ahí, la
rodilla me mata en las bajadas, pero empiezo a correr en muchos tramos, y sólo
adelanto a marchadores. Paso rápido por los últimos avituallamientos, la cabeza
no da para pensar mucho y no soy capaz de calcular cuántas horas llevo en
carrera, pero sólo pienso en seguir.
Adelanto a muchos corredores y de
repente me vuelvo a encontrar con Manolo. Es una gran alegría, al fin y al cabo
habíamos hecho casi toda la prueba juntos. Jose Mari se ha adelantado y hay un
momento en el que dudo si Oscar está delante o atrás, pero ya se oye la música
de la Meta y sólo queda culminar esta locura. Cruzamos el valle bajo el Tajo.
Miro varias veces hacia arriba y la imagen de Ronda es increíble, empezamos a
subir el empedrado de la cuesta del cachondeo y apago el frontal al entrar en
Ronda. Ya casi está!! Sólo queda un paseo de madrugada por las calles vacías,
sólo algunos familiares en la entrada de la Alameda del Tajo esperan a esa
hora, incluso a esa hora animan a todos los corredores que vamos llegando. Se
agradece enormemente, pero yo sólo veo ya el arco de meta. Levantamos los
brazos y cruzamos … 101 Km .
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